Hugo Castro, Robinson Tabares, Adiela Solarte / Corporación Teméride
Pereira / 10 / 31 / 22 – El rasgo particular de un servicio comunitario es la respuesta a una necesidad, demanda o dificultad sentida y manifiesta por la comunidad. Constantemente la comunidad crea “servicios”: comedores, salas de lectura, grupos de apoyo, dispensación de agua potable, compartir medicamentos, dispensar parafernalia para uso de drogas, abogacía e incidencia, educación y cuidado por pares, búsqueda activa, entre muchos otros.
En esencia, un servicio comunitario se fundamenta en las personas y sus derechos. El grado de formalidad o informalidad que represente no determina su calidad y la eficiencia. El dilema formal – no formal responde a exigencias tributarias, del mercado y la competencia, y a tecnicismos de la calidad y la complejidad, para el caso de la salud. Presentado de otro modo dicho dilema se expresará como complejidad – umbral. La complejidad en niveles del más bajo al más alto con sus condiciones de acceso. El umbral, considera el acceso al servicio (sin barreras) y en un nivel próximo a la comunidad.
En la medida en que los servicios interactúan con la vida comunitaria se profundiza en el conocimiento de otros elementos necesarios al movimiento de su engranaje de respuesta, articulaciones y redes que amplían y transforman sus alcances.
Los servicios comunitarios trabajan por el bienestar, el desarrollo de capacidades individuales y colectivas para afrontar adversidades; trazan así una dirección indeleble hacia el cuidado de la salud mental. Esta, es un derecho humano fundamental, es más que la mera ausencia de trastornos mentales.
En el caso particular de nuestro servicio, la construcción de escenarios de participación para personas en situación de exclusión y marginalidad tiene como objetivo desarrollar el potencial humano posible para el cuidado de sí y de otros. Muchas de nuestras acciones cotidianas nos conectan con las afectaciones más prevalentes en salud mental como la depresión y el uso de sustancias psicoactivas, incluido el alcohol. Deriva de estas afectaciones una relación directa con el VIH, la cual se halla en prácticas y conductas de riesgo asociadas a las vulnerabilidades que ocurren en la vida de calle, el trabajo /transacciones sexuales y el consumo de drogas (inyectables).
En el caso específico de las personas que viven con VIH ansiedad y depresión son algunos de los trastornos mentales diagnosticados con mayor frecuencia. Existe una relación bidireccional entre las afectaciones a la salud mental y la infección por VIH, para el caso, las prácticas de riesgo en personas con dependencia a las drogas (uso compartido de utensilios con personas diagnosticadas con VIH/VHC) y las relaciones sexuales sin protección. Aparecen también ideación y conducta suicida, y el aumento de la frecuencia en el uso de diversas sustancias o transiciones entre sustancias como alternativas al tratamiento del malestar.
En conversaciones con algunos pacientes se identifican algunas ganancias en el bienestar emocional producto del estilo de vida, la cercanía a una red de apoyo, el acceso a medios de subsistencia y la efectividad del tratamiento (como desarrollo de la tecnología médico científica) en la de reducción de la morbimortalidad asociada al VIH. Situaciones estresantes aparecen con poca relevancia, rememorando el trayecto iniciado desde el diagnóstico, el anonimato y la confidencialidad, las afectaciones que puede traer el esquema recomendado, los cambios administrativos que afectan la atención integral y la entrega de medicamentos, el débil acompañamiento por profesional en psicología (2 oportunidades en el año).
En otras conversaciones, muy escasas de comodidad, urge el apoyo económico y un aliado que ofrezca algo de certeza. La valentía de las personas que viven con vih para enfrentar la soledad, la incertidumbre, el desempleo, el rechazo y el hambre invitan a la responsabilidad de los entes territoriales en salud y los gobiernos locales en la implementación de servicios de fácil acceso y acogida para superar la desigualdad, principal barrera para mejorar la adherencia y la indetectabilidad como lo establecen los objetivos de desarrollo sostenible y las metas 95. Como servicio comunitario trabajamos para mejorar los niveles de participación de las personas afectadas por el vih, para la garantía de sus derechos. Ofrecer apoyo incondicional es nuestra apuesta, mediar en el acceso oportuno al diagnóstico y el tratamiento y establecer la mayor cantidad de alianzas que mejoren la cobertura, oferta de servicios y la permanencia de los pacientes. La encuesta de salud mental de 2015 identificó que la percepción sobre la salud mental de los colombianos está en relación con tener una adecuada salud física, comer, dormir y descansar bien, así como también disfrutar de tranquilidad, paz y poder ser capaces de superar las dificultades de la vida diaria.
Documentos consultados
Salazar, Luis Miguel, de la Hoz, Alejandro, Ruiz Gaviria, Rafael, Valderrama, Sandra Liliana, Gómez-Restrepo, Carlos. Trastornos neuropsiquiátricos en la población con VIH: una revisión narrativa. Universitas Médica, 58(1), January-March 2017.
Ministerio de Salud y Protección Social (2018). Política Nacional de Salud Mental.
Organización Mundial de la Salud (2021). Servicios comunitarios de salud mental fundamentados en los derechos.